Es capitán de barco retirado. Quizás
su experiencia en el mar y el lejano recuerdo del Titanic, sean lo que lo lleva manejar tan lento, para hacer del regreso a casa
una auténtica travesía en la que jamás encontraremos iceberg alguno.
Para mí, Pazión es un tipo admirable. Literalmente se ha hecho
solo. Nació en un remoto pueblo de la península de Paraguaná, llamado La
Macolla, a donde es difícil llegar y nada fácil salir. Y él salió.
En sus largas conversaciones al llevarnos a
casa, el señor Leonardo tiene la maña de cambiar la “S” por la “Z”; por eso lo
llamamos Pazión y no Pasión, apodo que se ganó en un barrio de Caracas
donde vivió en los setenta, cuando usaba barba y cabello largo, al mejor estilo
del film La Pasión de Cristo o Joselo en su papel de mendigo.
Pazión tiene la cualidad de ser el dueño absoluto de
la verdad o al menos así lo cree. Por una parte, el hecho de haber trabajado
desde muy joven y levantar una familia, sin tener estudios o recursos
económicos -en mi modesto criterio- lo hace un héroe en este país. Pero como
muchos héroes, consciente de sus hazañas, se ve asfixiado por un pintoresco ego
que le hacer creer que se las sabe todas.
Además de esto, Pazión es chavista; pero no un chavista cualquiera,
sino uno de esos que justifican lo injustificable. Realmente cree que el país
es una maravilla y jura por su madre que Omaba no descansa planificando como
hacer para que ni tu, ni yo, consigamos papel toilette y harina pan.
En vista de tal circunstancia, entendí que era
inútil discutir de política con él y opté por dejarlo hablando solo y
responderle “a lo Gómez”; con monosílabos y uno que otro “ajá... puede ser...
verdaderamente...” en otras palabras, a seguirle la corriente.
Así empecé mi estudio antropológico observando
cómo Pazión se guindaba a pelear con varios de mis compañeros, defendiendo a Maduro y
el legado de su comandante eterno, supremo e intergaláctico. Que “ahora loz
pobrez estamoz bien”; que “loz que eztaban arriba ahora eztán abajo”; que “miz
hijoz bebían agua de avena haze 30 añoz porque no tenía con que comprarlez
leche y ahora compro baztante comida en Mercal y Bizentenario”.
Así habla Pazión, emanando sin saberlo,
resentimiento social añejado y de alta pureza.
Un día, pensé algo que me aterrorizó: ¿cuántos Pazión pueden existir en Venezuela?, ¿cuántos señores ahogados por su ingenuidad
y heridas sociales están apoyando este desastre convencidos de que es lo mejor
para el país? Pero luego, pasó algo que me devolvió el alma al cuerpo.
Esa noche, Pazión estaba bravo. Más que eso, indignado. Le
pregunté: ¿Qué le pasa señor Leonardo?, y contestó que había pasado todo el día
buscando lubricantes para su carro y que no había conseguido. “¡Cómo ez
pozible!, ¡ezo no puede zer, que uno ezté todo el día y no conziga nada!, ¡azí
va a caer ezte Gobierno!, ¡yo no eztoy de acuerdo con ezto!, ¡ezto no puede
zer!”...
Honestamente, quedé en estupefacto. No podía
creer lo que escuchaba... Pazión blasfemaba contra su Dios-gobierno.
Fue entonces, cuando volteé hacia la
ventanilla del carro, respiré profundo y una sonricilla se dibujó en mis
labios... Entendí que el chavismo de Pazión, valía un
pote de aceite.
Y volví a hacerme la pregunta del otro
día: ¿cuántos Pazión pueden existir en Venezuela?