martes, 19 de junio de 2018

Huella sefardita en la historia falconiana

Sala de oración judía, Museo Alberto Henríquez, Santa Ana de Coro, Falcón. Venezuela. Foto: Andrés Arévalo. 






     LUIS AULAR LEAL
Fotos: Andrés Arévalo/ Luis Aular Leal / Cortesía ORI, IPC, Iamvenezuela.com
Publicado en la edición del 41º aniversario del diario El Falconiano, el 16 de junio de 2017

En cada lugar a donde llegan, dejan frutos. El pueblo judío ha librado innumerables luchas en su milenario peregrinar, que lo han fortalecido para bene­ficio de las comunidades hebreas y de las ciudades donde se establecen; así ocurrió en Coro. Henríquez, De Lima, Sénior, Abenatar, Maduro, Curiel, López, Fonseca, Capriles, Penso y otros tantos apellidos comunes en Falcón -especialmente en Coro- son de origen sefardí. 

Se les llama sefarditas a aquellos judíos nacidos en España o Portugal, ya que en hebrero a la península ibérica se le conoce como Sefarad. No obstante, los sefarditas fueron expulsados de Iberia en marzo de 1492, por disposición de los reyes católicos.


Huyeron a países vecinos e incluso a tierras recién descubiertas. Las islas del Caribe surgieron como alternativa para el exilio en este nuevo éxodo. Siglo y medio más tarde establecieron una sólida colonia hebrea en Curazao, isla que al encontrarse bajo el dominio holandés desde 1634, se hizo propicia para la tolerancia religiosa y el intercambio comercial -de toda índole- con las colonias americanas.

Coro estaba a escasas 60 millas náuticas. El dinamismo comercial empezó a consolidar una pequeña comunidad judía en la modesta urbe, pero realmente se estableció de 1824 en adelante, cuando Venezuela ya había logrado su independencia.

Algunas crónicas son testimonio de la ayuda económica y armamentística que los judíos de Curazao habrían puesto a disposición del Libertador Simón Bolívar, para derrotar a su enemigo común: la Corona española. Todo parece indicar que la ayuda fue efectiva.

La integración sefardita
En la Venezuela independiente los sefarditas ya no corrían peligro de ser perseguidos por los españoles e inician una intensa actividad económica en Coro. La unión entre familias condujo al establecimiento de una comunidad que para 1853 comprendía entre 250 y 300 judíos.



Para entonces la persecución religiosa no existía, pero sí algún rechazo de un pueblo con profunda fe católica. Mirar con los prejuicios religiosos de la época a un judío, era verlo como un hereje y por tanto, no podían practicar con libertad su religión.



La comunidad sefardí compensa tal situación al reunirse en sus casas en pequeños grupos de oración. Más tarde construyen una pequeña sinagoga (lugar de oración judío) donde -a escondidas de la mayoría católica coriana- cumplían con los rituales del Shabat y otras celebraciones.

Polita De Lima de Castillo


Con el paso de los años se integraron a la sociedad coriana dejando aportes invaluables. La disciplina e intelectualidad judía trajo cultura y educación a la ciudad. En 1890, por iniciativa de Polita de Lima de Castillo y otros ciudadanos, se crea la sociedad Alegría y luego la Armonía; cuyos objetivos iniciales eran la discusión de literatura y poesía, así como la promoción de pequeños actos culturales.









Aquí nace un extraordinario movimiento literario, cuyo mayor representante fue el poeta Elías David Curiel, autor de la letra del himno regional del estado Falcón.

Elías David Curiel. Escritor, poeta, autor de la letra del himno regional del estado Falcón.

Salomón Levy Maduro Vaz

Además de la cultura, la Medicina y el Derecho, los descendientes de la comunidad sefardita primaria abordaron otras áreas del conocimiento. Llama particularmente la atención el caso de don Salomón Levy Maduro Vaz, reconocido odontólogo, quien además era librero en la Casa Senior.



Hoy, aunque los judíos practicantes en Coro casi han desaparecido, prevalece el interés por la investigación de la huella sefardita, muy especialmente en académicos como la profesora Blanca De Lima o el recordado historiador Carlos González Batista.



Un caso extraordinario del ámbito sefardí coriano lo representa don Hermán “Manche” Henríquez, quien es judío practicante y durante muchos años estuvo al frente de la Fundación del Patrimonio Cultural Hebreo Falconiano. Hoy es su presidente honorario y su labor ­filantrópica a favor de Coro es públicamente reconocida; no solo hacia temas hebraicos, sino también a otras áreas sociales e instituciones como el Museo Arquidiocesano de Coro Lucas Guillermo Castillo.

 Por su entrega a esa y otras causas, el señor “Manche” se ganó la cariñosa distinción de ser “el hijo adoptivo de monseñor Iturriza”, quien fue obispo de Coro desde 1940 a 1980 y luego obispo emérito hasta su fallecimiento en 2001, rememora monseñor Roberto Lückert León, actual arzobispo emérito de Coro. 

Custodios del patrimonio hebreo falconiano
Llama particularmente la atención la experiencia del señor Abelardo Coronado, abogado, nacido en San Luis del Cariagua, en la sierra falconiana, quien se convirtió al judaísmo al igual que sus hijos, y uno de ellos, Ysaac Coronado, es el actual presidente de la Fundación del Patrimonio Cultural Hebreo Falconiano.


Fachada del Museo Alberto Henríquez, Santa Ana de Coro, Falcón. Venezuela. Foto: Cortesía Iamvenezuela.com - Francisco Colina Cedeño.

La sala de oratoria

La modesta sinagoga donde oraba la comunidad sefardita de Coro se estableció en la Casa Sénior, hoy Museo Alberto Henríquez, espacio que está bajo la responsabilidad de la Fundación del Patrimonio Cultural Hebreo Falconiano. En él se ha recreado la sala de oración donde originalmente funcionó desde mediados del siglo XIX.


Foto: Cortesía Iamvenezuela.com / Francisco Colina Cedeño.
Está inspirada en la sinagoga de Curazao. Actualmente no se ofician rituales, pero al entrar es inevitable percibir un ambiente de solemnidad, espiritualidad y profundo respeto. Una estrella de David plateada sobre un estandarte azul al fondo, es lo primero que se ve al entrar. Bajo la estrella está la ­ imagen de una menorá, el candelabro ritual de siete luces que según la tradición estaba al pie del Tabernáculo.

La sala de oración posee arena en el piso, como símbolo de los 40 años en que el pueblo de Dios vagó por el desierto, hasta que el Creador le entregó a Moisés las tablas de los Diez Mandamientos en el monte Sinaí. La arena -en este caso de Los Médanos- también busca silenciar los pasos, para simbolizar que ya el pueblo de Dios no es perseguido ni amenazado.




En el fondo del salón está el Arca donde se guarda la Torá, un pergamino que contiene El Pentateuco, es decir, los cinco libros en los que se basa la fe judía; a saber: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Al otro extremo del salón están una mesa con seis sillas y varios estantes cerrados que resguardan libros.

Al otro extremo, una enorme pintura del artista Ángel Contín, de colores pálidos, oscuros, toscos y que solo puede inspirar desolación: Rememora el Holocausto. A veces, hace falta recordar las tragedias, para que no ocurran nunca más.


Patio central del Museo Alberto Henríquez. Foto Cortesía Iamvenezuela.com / Francisco Colina Cedeño
La Mikve, el baño judío
Hasta hace dos años su existencia era solo un mito. Por referencias históricas se sospechaba que en algún lugar de la Casa Sénior había un baño ritual judío o Mikve. Durante los trabajos de restauración iniciados por el Ejecutivo nacional a través del Instituto de Patrimonio Cultural en coordinación con la gobernación del estado, se descubrió la Mikve oculta por al menos siglo y medio.


Mikve de la Casa Senior, hoy Museo Alberto Henríquez. Foto: Cortesía Instituto del Patrimonio Cultural
Consiste en un agujero con paredes y piso de ladrillos que debe ser llenado con agua de lluvia o manantial. En él la mujer se sumerge para la puri­ficación luego del ciclo menstrual. De acuerdo con la tradición judía, durante la menstruación la mujer está impura, por lo que al terminar este debe utilizar la Mikve para recuperar el estado de pureza y así poder estar con su esposo.

En el caso de los hombres es mucho menos frecuente el uso de la Mikve, pues solo suelen hacerlo en la víspera del Yom Kipur o Día del Perdón, no obstante, los judíos ortodoxos hacen el baño ritual diariamente.

Se cree que la Mikve de Coro fue utilizada por los primeros judíos asentados en la ciudad y cubierta por sus descendientes para evitar el juicio público de una comunidad mayoritariamente católica. 

Para la certi­ficación de la autenticidad de la Mikve, visitó Falcón el rabino Samuel Garzón, de la Fundación Sefardita de Venezuela. También estuvieron presentes en la inspección don “Manche” Henríquez; Omar Vielma, presidente del Instituto de Patrimonio Cultural y la para entonces (2015) gobernadora del estado, Stella Lugo.



La tradición establece que la Mikve debe llenarse con agua circulante de lluvia o manantial.  Se especula que la de Coro recibía el líquido del aljibe de esta casa.

Adjunto a la Mikve existe un espacio de preparación previo al baño; luego la mujer se sumerge en el agua cubierta solo de una tela -generalmente blanca- y pronuncia una oración, entre otros detalles que comprenden el ritual.

“Polvo eres y en polvo te convertirás”
 Esa es la cita de la Torá que corona la entrada al Cementerio Judío de Coro. Único en Venezuela. 


Fachada del cementerio judío de Coro. Foto: Luis Aular Leal.
Existen dos versiones sobre el origen del cementerio y esta es la más difundida: Es enero de 1832, y en Coro, una niña de ocho años acaba de morir. El pueblo con una iglesia católica a cada dos cuadras, en cuyos cimientos y paredes reposan los restos de sus difuntos, no puede dar espacio al cuerpo de la pequeña. Es judía.

La angustia y dolor de Joseph Curiel y Débora Levy Maduro, padres de Johebet Hanah Curiel, los lleva desesperadamente a comprar una parcela de terreno a las afueras de la ciudad, más allá de la iglesia San Nicolás, para sepultar a su hija. Pagaron por vigilancia constante a la solitaria tumba. Luego vinieron otras. Así surge el cementerio.


Vista general de la necrópolis hebrea. Foto: Luis Aular Leal
Tesoro artístico y patrimonial
Según documenta la profesora Blanca de Lima en su trabajo “Dolor y amor, ángeles y plañideras: Cementerio Judío de Coro”, el camposanto posee “182 túmulos de los cuales 12 presentan ángeles o niños colocados sobre diferentes tipos de bases, uno la figura de una mujer pensante o plañidera y cuatro con motivos arquitectónicos…”.

En la parte más antigua del cementerio se encuentran sencillos túmulos de mampostería, convexos y a dos vertientes y en su totalidad carentes de decoración, 42 de los cuales no tienen identificación, “similares a las tumbas judías de los siglos XVI y XVII en Ámsterdam, Holanda”, describe De Lima.


Mujer pensante o plañidera, en el panteón de Honoria Curiel (1921), obra de Emilio Gariboldi. 
La mayor parte de los monumentos que decoran las tumbas son obra de escultores italianos, que establecieron sus talleres en Caracas desde el último tercio del siglo XIX, entre ellos: A.V. Moroni, J. Roversi y el milanés Emilio Gariboldi, de cuyo taller salió un gran número de esculturas funerarias para el Cementerio General del Sur, en Caracas.

La tendencia de escultura neoclásica de la época marcó al cementerio judío de Coro. Las obras son elaboradas en mármol o bronce italiano en la mayor parte de los casos.



Sobresale en el lugar un obelisco de concreto y mármol correspondiente a la tumba del patriarca Curiel, fallecido en 1886; así como el obelisco truncado de monumento funerario de Abraham de Meza Mayerston, en cuya base se observan varios elementos vinculados con la masonería, al igual que en otras tumbas.

De acuerdo con las normativas establecidas por la Organización de las Naciones Unidades para la Ciencia y la Cultura (Unesco), el Cementerio Judío de Coro califica como un museo y constituye una joya artística, histórica y patrimonial.

Para la profesora Blanca de Lima es inexplicable que este espacio no haya sido incluido en el área de Patrimonio Cultural de la Humanidad de Coro. Es una deuda con la herencia sefardita nacional.

Hasta 1970 el lugar había sufrido gran deterioro, por lo que fue restaurado por la Asociación Israelita de Venezuela con la cooperación técnica del Ministerio de Obras Públicas. Así lo hace constar una placa de mármol con fecha 8 de noviembre de 1970, “correspondiente al 9 de Jeshvan del año 5731 del calendario judío”, que finaliza con el enunciado: “Paz a los que aquí reposan”.


Ángel elaborado en mármol italiano, monumento funerario del sepulcro de Carmen de Senior.
El cementerio judío al igual que el museo se encuentra bajo custodia de la Fundación del Patrimonio Cultural Hebreo Falconiano, con el apoyo de la Fundación del  Sefardita de Venezuela.