Fotos: Tomás
Martínez / Publicado en el diario El
Falconiano el 12 de agosto de 2016.
Sus pacientes
dicen que pasan los años “y está igualito, solo que ahora con el cabello y
bigote blanco”. No ha tenido la minuciosidad estadística de contabilizar los
partos atendidos o cesáreas practicadas en casi 40 años de ejercicio como
ginecoobstetra, pero sabe que son miles de “hijos” que ha ayudado a venir al
mundo.
Estudió
Medicina e hizo su especialidad en Mérida, la llamada Ciudad de los Caballeros
y quizás de ahí vienen la calidez humana, respeto y empatía que le han
permitido ganarse la confianza de generaciones de damas que lo califican
justamente como “todo un caballero”, a quien confían su salud.
El doctor
Nelson Oswaldo Ramos, ameno conversador, deportista desde su juventud y aliado
de las causas sociales, nació en el Campo Shell, como él mismo refiere, el 15
de noviembre de 1948. Sus padres de origen yaracuyano migraron a Paraguaná con
el auge petrolero para formar una familia de seis hijos de los que Nelson es el
segundo.
Su padre fue
oficial de farmacia en la Clínica Shell, cuestión que probablemente contribuyó
a que naciera la vocación médica en Nelson, que estudió en la escuela Nicolás
Curiel Coutinho y luego en el liceo Mariano de Talavera de donde egresó en una
de sus primeras promociones.
Vio nacer al
Punto Fijo que fusionó a la gente venida del campo por el petróleo y a los
inmigrantes extranjeros con los venezolanos en una modesta urbe de convivencia
y pluralidad. De ahí nacieron los equipos de fútbol del Centro Hispano del que
sería jugador, así como los del Italia,
el Club Manaure y Carirubana.
Actualmente
continúa ferviente su pasión por el
deporte rey y el Barcelona, “que es el mejor equipo del mundo, así se molesten
los del Real Madrid”, sentencia sonriente. En la grandes ligas prefiere a los
Tigres de Detroit y en el béisbol nacional se declara “100% magallanero”.
Asiduo a la lectura de textos de crecimiento personal e incluso de poemas,
ahora está leyendo Erotismo Bajo la Luna,
un texto de Esdra Pérez Petit.
“Esdra es mi
amiga del alma, ella fue una de las que como yo se fue a estudiar a Mérida”. De
su paso por la Universidad de Los Andes, recuerda el sacrificio necesario para
sobrevivir con lo que a duras penas podían enviarle sus padres. “Para entonces
papá nos daba 100 bolívares de mensualidad, te estoy hablando de 1969, no sé
cómo hacía para enviar esa misma cantidad a mis otros dos hermanos que
estudiaban en Valencia y Maracaibo, nuestros padres fueron realmente unos
héroes”, rememora conmovido.
Hoy con 38
años como especialista, dos matrimonios (ambos con doctoras) de los que
resultaron tres hijos y dos nietos, continúa ejerciendo su profesión de manera
privada luego de trabajar por años en el Hospital Cardón Dr. Juvenal Bracho y
ad honorem en el Hospital Dr. Rafael Calles Sierra de Punto Fijo. También
dedica parte de su tiempo a las actividades del Rotary Club y a cualquier causa
noble que pueda apoyar.
– ¿Por qué decidió estudiar Medicina?
– Siempre
quise estudiar Medicina, siempre me llamó la atención y para los padres de uno es algo grandioso.
-¿Por qué la Universidad de Los Andes?
– Tenía las mejores
referencias de esa universidad, además el clima, la ciudad y su gente son muy
cordiales, por algo le dicen la ciudad de los caballeros, y de las damas
también.
-¿Cómo fue su ingreso a la universidad?
– Con la
primer examen de admisión que hizo en su historia la escuela de Medicina.
Ingresamos 200 de los que nos graduamos 140.
-¿Qué recuerda de los primeros días en la
universidad?
– Nos
cambiamos mucho de residencia, unas porque eran muy costosas, en otras no había
comida y en una oportunidad coincidimos en una residencia 13 estudiantes de
Medicina; es decir, que el dueño tenía 5% de los estudiantes del primer año de
Medicina de la ULA en su residencia.
-¿Cuál fue la materia que más le gustó?
– Anatomía,
porque es necesaria, sin saber anatomía o farmacología prácticamente no se
puede resolver ningún problema de salud.
– ¿Algún profesor que recuerde en
particular?
– El doctor
Luis Rengel, que marcó mi formación médica. Me impactó su humildad y profesionalismo,
también el doctor Rincón del departamento de Ginecoobstetricia, quien quería me
quedara ejerciendo en Mérida, pero opté por venirme.
-¿El nivel de formación y exigencia?
– Excelente y
muy exigentes, recuerdo al profesor Kärl
Salferder, un alemán que llegó a aplazar a casi todo el curso en más de una
oportunidad.
– ¿Cómo ve la formación de los médicos
actuales?
- En Venezuela hay excelentes
universidades que forman médicos de calidad, pero están siendo ahogadas por la
falta de presupuesto, acá mismo en Falcón han egresado excelentes profesionales
de la universidad Francisco de Miranda y continúan egresado, pero últimamente
la creación de modalidades de estudio distintas a la tradicional ha hecho bajar
la calidad profesional de los egresados.
– ¿Por qué se decidió por
ginecoobstetricia?
– Cuando pasé
por el internado rotatorio me gustó el servicio, la calidad de los profesores y
la dinámica.
-¿Es cierto que las pacientes de
ginecología y obstetricia prefieren que las atiendan caballeros?
– Muchas
pacientes me lo han comunicado de esa forma, comentan que uno es más delicado y
las considera más como mujeres y a veces las ginecólogas son un poco más rudas,
pero creo que más bien depende de cómo la paciente se sienta más cómoda y lo
importante es que tenga confianza en su médico.
– ¿Lo más satisfactorio de su carrera?
– La alegría
de cada madre cuando nace un niño, eso es único.
– ¿Es cierto que llama “hijos” a los niños
de los partos y cesáreas atendidas?
– Si, y le
pregunto a las pacientes cómo están mis hijos, porque en ese objetivo de lograr
a un bebé sano, uno se siente parte y por eso, por afecto y consideración les
digo así, pues uno los ayuda a venir al mundo y de alguna manera uno termina
teniendo muchos hijos.
– ¿Lo más difícil de su profesión?
– Cuando muere
un niño en el vientre materno, especialmente cuando ya está por nacer, no
existe nada más doloroso que dar esa noticia a una madre.
– ¿Le han llegado pacientes con intenciones
de abortar?
– En todos
estos años muchas pacientes han planteado interrumpir el embarazo, ya sea
porque no quieren tener al niño o porque el embarazo no estaba planificado y
cuando eso ha ocurrido mi respuesta ha sido siempre la misma: Mi objetivo
profesional es preservar el embarazo y garantizar su buena evolución, y
obviamente cualquier cosa que perjudique esto va en contra de mis principios,
además es un delito, se está acabando con una vida y en la práctica es un
asesinato.
-¿Algún consejo para sus colegas ginecoostetras,
especialmente a las nuevas generaciones?
– Que siempre
recuerden que estamos para servir y ayudar a preservar vidas.
–
¿Qué es lo mejor de ser ginecoobstetra?
– Que puedo
decir que soy un especialista en mujeres y es maravilloso, porque lo puedo
decir incluso delante de mi esposa y públicamente. Y ella está de acuerdo y
además no lo puede negar (risas).
“Usted me está planteando eso mismo, y no
por eso no lo voy a hacer”
El doctor
Ramos refirió la anécdota contada por un colega, para enfatizar su rechazo
ético al aborto. Una paciente llega y le dice su médico: “Mire doctor, yo tengo
un niño de un año y medio y salí embarazada, y bueno quiero que usted me
resuelva esto”, él le responde: ¿Es
decir que usted me está pidiendo que asesine al niño?, a lo que la paciente
reacciona ofendida y dice que no, pero que tiene que salir del embarazo.
El médico le
plantea lo siguiente: Bueno, como tú lo que necesitas es salir de un niño,
entonces dame ese bebé que tienes en brazos y lo matamos y te quedas con uno
solo, el que viene en camino. La mujer responde aterrada: “Doctor, ¡pero usted
está loco, lo va a matar!”
Y el médico le
replica: Bueno, usted me está planteando lo mismo con el niño que tiene en su
vientre y por eso yo no lo voy a hacer.