miércoles, 12 de noviembre de 2014

El error que terminó en magnicidio: Un falconiano asesinó a Delgado Chalbaud


  • De acuerdo al testimonio de los involucrados, el plan era secuestrar al presidente de la Junta de Gobierno y hacerlo renunciar
  • La acción fue comandada por el general falconiano Rafael Simón Urbina, célebre por sus incursiones contra el gobierno de Juan Vicente Gómez
  • Aprovechando un incidente entre los conjurados, Delgado opuso resistencia y resultó muerto al intentar desarmar a uno de sus secuestradores

LUIS AULAR LEAL
Fotos: Archivo
Publicado en el diario El Falconiano en 13 de noviembre de 2014. 

La mañana del 13 de noviembre de 1950, una llamada telefónica altera la acostumbrada templanza del coronel Mar­cos Pérez Jiménez, ministro de la Defen­sa, “¡asaltaron a Delgado!, ¡asaltaron a Delgado!”, exclama al enterarse que el Presidente de la Junta de Gobierno ha sido secuestrado muy cerca de sus casa en Las Mercedes, Caracas.

Horas más tarde, el país se conmocio­nará al saber que Carlos Delgado Chal­baud ha sido asesinado. El presunto res­ponsable tiene nombre y apellido: Rafael Simón Urbina y todo el aparato de seguri­dad del gobierno anda tras él.

De izquierda a derecha coroneles Luis Felipe Llove­ra Páez, Marcos Pérez Jiménez y Carlos Delgado Chalbaud, quien presidía la junta de gobierno. Dos años antes, ha­bían derrocado a Rómulo Gallegos


Los Delgado Chalbaud
La familia Delgado Chalbaud parece estar marcada por la excelencia y la tra­gedia. Román, padre de Carlos, luego de ser un hábil militar y empresario naviero, fue enviado preso a La Rotunda por su otrora protector Juan Vicente Gómez. 

Ahí pasó 14 años y al salir e intentar derrocar­lo resultó muerto. Carlos, su hijo, formado con principios democráticos, ingeniero ci­vil asimilado al Ejército, brillante profesor de la academia militar y estadista, corre­rá con la misma suerte cuando luego del golpe militar a Rómulo Gallegos ocupe la Presidencia de la República.

Rafael Simón, descendiente del Marqués de Torre Casa y guerrillero
Famoso por haber invadido a Vene­zuela desde Curazao con 60 serranos y un solo revólver para derrocar la dictadura de Gómez; Rafael Simón Urbina, falco­niano, descendiente del Marqués de Torre Casa, ganó fama de valiente y temera­rio. De acuerdo con múltiples crónicas un sujeto lla­mado Antonio Aranguren, acostumbrado a financiar revoluciones habría sido el autor intelectual del secuestro de Delgado Chal­baud para hacerlo renunciar.

General Rafael Simón Urbina, jefe de la cons­piración

Conocedor del espíritu guerrero de Ur­bina, lo contactó para llevar a cabo el se­cuestro. Nadie esperaba que sucediera la tragedia y menos el campesino Pedro An­tonio Díaz, un completo desconocido que terminó cambiando la historia del país.

La mala fortuna de Pedro Antonio Díaz
Urbina empezó a reclutar hombres para la misión. La fama de Cruz Díaz como hábil pistolero era conocida en toda la sierra falco­niana. Su hermano Pedro Antonio, al saber que buscaban a Cruz para embarcarlo en una misión casi suicida (derrocar al Go­bierno) se ofreció en su lugar. Pedro había empezado a trabajar en la refinería Amuay recientemente instalada en Punto Fijo. Aho­ra pasó a formar parte de un grupo de unos 20 hombres que iban a Caracas a secuestrar al Presidente del a Junta de Gobierno.

El secuestro y la Quinta Maritza
El comandante Delgado salía de su casa en Las Mercedes rumbo a Mi­raflores. Su vehículo fue interceptado por dos automóviles con hombres armados. Lo someten y llevan al asiento trasero de uno de los carros y emprenden la marcha. A los pocos minutos uno de los secuestrado­res, Pedro Antonio Díaz (quien jamás en su vida había manipulado un arma de fuego) dejó escapar un disparo y le destrozó el tobi­llo izquierdo a Rafael Simón Urbina, jefe de la conjura.

La torpeza de Díaz hizo fracasar la conspiración. Tuvieron que refugiarse en la Quinta Maritza, muy cerca de la casa de Delgado, para socorrer a Urbina. Apro­vechando la situación, Delgado intentó desarmar a uno de los secuestradores (Domingo Urbina) y cuando estaba a pun­to de quitarle el revólver, Pedro Antonio Díaz, -el mismo que había herido a Ra­fael Simón- le disparó pecho, causándole la muerte.

Cortejo fúnebre del presidente de la Junta de Gobierno recorre las calles de Caracas 

Pasó poco tiempo para que pusieran tras las rejas a todos los conspiradores. El Gobierno culpó a Urbina y el propio Pérez Jiménez ordenó su ejecución. Años más tarde en entrevistas realizadas por Napoleón Bravo y otra por Miguel Salazar llegó a decir: “A ese carajo (Urbina) sí lo mandé a matar yo, porque un individuo que asesi­nó al Presidente de la República no puede andar caminando libre por la calle”.

Nadie delató a Pedro Antonio Díaz, quien pasó 20 años en la cárcel por ser supuesto cómplice del crimen, cuando realmente había sido el autor material. El error fatal cometido por un campesino de la sierra falconiana cambió radicalmente la historia de Venezuela. Díaz, en la cár­cel fue un reo ejemplar. Estaba conscien­te que llegó ahí por mala suerte y por la inexperiencia de la juventud.

Pedro Antonio Díaz

Tras salir de prisión se dedicó a la agricultura y cría en su tierra natal. Falle­ció de muerte natural y hasta sus últimos días gozó del aprecio de familiares y ami­gos, a quienes de vez en cuando les co­mentaba, con mirada triste: “Yo fui quien mató a Delgado Chalbaud”.