“Voy a Paraguaná para quedarme, voy a acompañar al pueblo y espero
pronto ser un paraguanero más”
Aunque de niño jugaba a ser
sacerdote, oficiaba misa y bautizaba a las muñecas de sus hermanas y primas,
sus padres y tíos inicialmente no dieron crédito a aquella prematura vocación.
¿Cómo un niño de seis o siete años podía saber el camino a elegir?, pero el
tiempo le dio la razón a Carlos Alfredo y su fe lo llevó hasta Roma, donde fue
ordenado sacerdote por San Juan Pablo II.

Al recibir al equipo del diario
El Falconiano en la iglesia Nuestra Señora del Carmen de Boconó, no ahorra
atenciones. El apretón de manos y la amigable sonrisa dan la bienvenida. A los
pocos minutos invita a comer morcilla andina con arepa y queso “es de la finca
de mi familia, a ver qué les parece”, comenta. Ofrece disculpas por dejar a un
lado los cubiertos y comer con las manos, “es que así nos acostumbramos a comer
en casa”, probablemente, como en cualquier hogar falconiano.
También es asiduo a colocarle
picante boconés a todas las comidas y se confiesa un permanente amante del
café, pero sin azúcar, por cuidar su salud.
Desde que le anunciaron su
nombramiento, se ha ocupado de investigar sobre Paraguaná: “¿La península tiene
3.405 km cuadrados, no es así?”, cita con admirable precisión. “He tratado de
ponerme al día para no llegar tan perdido”, comenta. También sabe que el cerro
Santa Ana (al que se comprometió a escalar en octubre) tiene una altura de 830
metros, conoce la cantidad de parroquias, los sacerdotes que hay en la diócesis
y otros detalles. El arzobispo Lückert y monseñor Bitter han hecho un buen
trabajo de orientación, según explica.
El sábado será su ordenación
episcopal en Boconó, el ordenante principal será el monseñor Oswaldo Azuaje,
obispo de Trujillo y los obispos coordenantes: monseñor Roberto Lückert León y José Luis Azuaje
obispo de Barinas, que es trujillano. Ocho días después, el domingo 14 tomará posesión de la diócesis de Punto Fijo.
De El Volcán de Niquitao a Caracas
El apellido Cabezas es común en
Boconó, municipio más extenso de Trujillo y específicamente en un caserío
llamado El Volcán -denominado así por la forma de la montaña donde se asienta-
nació Carlos Cabezas Mendoza el 26 de enero de 1966, del vientre de Baudilia
Mendoza y con la ayuda de las comadronas
Ubalda y Carmina.
Carlos es el hijo mayor del
matrimonio entre la señora Baudilia y Francisco Cabezas, agricultor, solidario
y trabajador que poseía uno de los cuatro carros que existían en el volcán hace
50 años. El señor Francisco, mejor conocido como “Manochico”, hacía transporte
en su modesta camioneta que se convirtió en ambulancia para llevar enfermos y
en la cuna de más un bebé que nació a medio camino.
“Manochico” transportaba a quien
lo necesitara, tuviera o no como pagarle; lo importante era ayudar al prójimo.
Por su parte, la señora Baudilia, luego de tener cuatro hijos estudió
Enfermería y por más de 30 años trabajó en el ambulatorio de El Volcán. Llegó a
ser madrina de más de la mitad del pueblo lo que demostraba el aprecio y cariño
que se ganó.
En esta casa de El Volcán de Niquitao nació el segundo obispo de Punto Fijo el 26 de enero de 1966.
Con esos ejemplos de solidaridad
creció el pequeño Carlos Alfredo, que se emocionaba cada vez que iban a la misa
en Niquitao y se escabullía entre los feligreses para llegar a los primeros
puestos y ver al sacerdote celebrar la misa. La solemnidad y espiritualidad lo
atraparon; lo que comenzó en un juego de “hacer misas” y bautizar muñecas,
terminó por materializar una genuina vocación sacerdotal, cuestión que
entendieron sus padres y a los 11 años de la mano del padre Hermágoras Rivero ingresó al seminario
menor en Trujillo, luego al Santa Rosa de Lima en Caracas y de ahí a estudiar
en Roma.
Ordenación sacerdotal de monseñor Carlos Alfredo Cabezas de manos de su santidad el papa San Juan Pablo II
San Juan Pablo II: “¿Tú estás seguro que no nos equivocamos y ordenamos
a un monaguillo en vez de un sacerdote?”
De los 150 seminaristas que
estudiaban en la Pontificia Universidad Salesiana en Roma para 1990 solo 15
eran extranjeros; cuatro de ellos venezolanos y entre esos cuatro estaba Carlos
Cabezas. El cardenal Rosalio Castillo Lara, que fue intérprete del Código de
Derecho Canónico y gobernador del Estado Vaticano, les consiguió una beca a los
cuatro venezolanos que luego harían especializaciones en Roma.
El monseñor Carlos comenta que al
llegar a Roma no sabía nada de italiano y le tocó aprender el idioma. Durante
los primeros días se maravilló con la historia y arte de la Ciudad Eterna y fue
quizás a los meses que comprendió la magnitud del compromiso encomendado.
El latín fue su talón de Aquiles,
no obstante, la primera frase que quizás leyó en ese idioma en el altar de la
iglesia de Niquitao “In hoc signo vinces”, es decir, “con este signo vencerás”,
pudo darle algo de aliento para superar las dificultades.
Estar en Roma le permitió ser
ordenado sacerdote por el papa, hoy San Juan Pablo II. “Los que tuvimos la
dicha de conocer a este santo sabemos la impresión que quedaba en uno cuando se
le acercaba”, comenta monseñor Cabezas.
El 10 de junio de 1990, junto a
otros 46 seminaristas fue ordenado sacerdote en la basílica de San Pedro por San Juan Pablo II.
El padre Carlos era el más joven
de todos, incluso tuvo que pedir dispensa (permiso especial) a su obispo para
ser ordenado pues no contaba con la edad canónica para hacerlo (tenía 24 años y
debía tener 25). Además comentan sus allegados que el padre Cabezas siempre ha
aparentado menos edad de la que tiene, por lo que para ese momento lucía aún
más joven.
Terminado el acto litúrgico, San
Juan Pablo II se acercó a saludar a los nuevos sacerdotes. Al llegar a Carlos
Cabezas, el papa, bromeando le dijo a su secretario: “¿Tú estás seguro que no
nos equivocamos y ordenamos a un monaguillo en vez de un sacerdote?” Sonrió, le
entregó un rosario que aún conserva y siguió adelante.
De Trujillo a Paraguaná
Al regresar a Venezuela, Carlos
Alfredo Cabezas cumplió funciones como párroco en su natal estado Trujillo,
específicamente en la parroquia de La Puerta, en la catedral de Trujillo y
desde hace cinco años en la parroquia Nuestra Señora del Carmen de Boconó. Las
advocaciones marianas siempre lo han acompañado y ahora es designado obispo de
la diócesis de Punto Fijo, cuya patrona es Nuestra Señora de Coromoto.
Por cinco años fue párroco en la iglesia de Nuestra Señora del Carmen en Boconó, estado Trujillo.
“Paraguaná es la cabeza de
Venezuela como dijo Alí Primera, quizás por eso ahora tendrá un obispo de
apellido Cabezas”, comenta risueño. En la toma de posesión a realizarse en la
catedral de Punto Fijo contará con la presencia del nuncio apostólico de su
Santidad, el monseñor Aldo Giordano, que le entregará la bula papal que
oficializa su nombramiento como obispo de la diócesis de Punto Fijo. Asistirán
todos los obispos del país.
Monseñor Cabezas heredará el
báculo (símbolo del pastor) del monseñor Juan María Leonardi, mientras que la
mitra que utilizará la elaboró el padre Elio Azuaje Villegas, párroco de
Mosqué, gran amigo del nuevo obispo.
El domingo 14 de agosto tomará posesión como segundo obispo de Punto Fijo
Tuvo la gentiliza de mostrar las
mitras que utilizará en su ordenación y toma de posesión, así como el anillo
episcopal.
Monseñor Cabezas: “La iglesia necesita
menos príncipes y más pastores”
Hace año y medio, el monseñor
Roberto Lückert León, arzobispo metropolitano de Coro y administrador
apostólico de la Diócesis de Punto Fijo, comentaba en una entrevista que el
papa Francisco había exigido que los nuevos obispos fuesen “más pastores y
menos doctores, que estén en contacto con su pueblo”. Monseñor Cabezas ratifica
esa afirmación y cita a su santidad el papa Francisco que ha pedido obispos que
sean: “Pastores con olor a oveja”.
– ¿Cuándo le plantearon la posibilidad de ser designado obispo?, ¿cómo
reaccionó ante ese escenario?
– Hace un año aproximadamente,
cuando se inició la consulta y honestamente me sorprendió, no lo esperaba.
Tampoco era algo seguro, pues muchas veces solo se queda en la consulta, pero
con los meses la posibilidad cobró fuerza.
-¿Sabía que era para Punto Fijo?
– No. Podía ser a cualquiera de
las diócesis vacantes, pero poco a poco se fueron reduciendo a San Carlos o
Punto Fijo y cuando designaron al obispo de San Carlos, era prácticamente
seguro que me tocaría ser obispo de Punto Fijo.
-¿Cuándo le dieron la noticia?
– El 4 de mayo me lo participó el
señor nuncio, un mes exacto antes de que se hiciera el anuncio oficial.
– ¿Qué pensó en ese momento?
– Honestamente, que era bastante
lejos… Y luego cuando me tocó enviar la carta oficial de aceptación a su santidad
el papa Francisco, lo primero que le escribí es que iba con temor y temblor,
pero si el Señor me montó en la mula, ahora estoy seguro que me ayudará a
arriarla.
– Otro obispo boconés para Punto Fijo…
– Así es. Alguien me dijo que una
de las pocas cosas fijas que tenía Punto Fijo, era un obispo boconés,
ja,ja,ja,ja… Además monseñor Juan María y yo fuimos buenos amigos, coincidimos
en el clero boconés e incluso he sido paciente de su hermano el doctor Rómulo
Leonardi.
-Coméntenos sobre su escudo episcopal, tengo entendido que incluyó
varios detalles de Paraguaná en él.
– Así es, uno decide cómo será el
escudo con asesoría de especialistas en heráldica. En este caso en un campo
tiene parte del escudo de Juan Pablo Segundo, pues fue quien me ordenó sacerdote.
En el otro campo está la palma de Virgen de la Paz y en el campo principal,
está la figura del buen pastor que lleva una oveja en los hombros, en alusión
al propósito del papa Francisco de que los obispos sean pastores “con olor a
oveja” cercanos al pueblo.
Escudo episcopal de monseñor Carlos Alfredo Cabezas
El lema es tomado del salmo 52
“por tu infinita misericordia”. En ese campo también hay tres montañas que
tienen una triple simbología: La Santísima Trinidad, las montañas trujillanas
de donde vengo y los tres picachos del cerro Santa Ana que como usted sabe son:
Moruy, Santa Ana y Buena Vista.
Arriba hay una estrella que es un símbolo mariano y la
estrella guía a los navegantes de Paraguaná.
– ¿Alguna afición por las artes, quizás la pintura o la música?
– No soy muy docto en las artes
pero sí las aprecio. En Roma pude ver maravillas y de hecho en mi ordenación
sacerdotal hubo canto gregoriano. Pero debo confesar mi inclinación es por
la música de ranchera y de rockola que
era la que escuchaba en el campo. También por la música de los 70.
– ¿Entre Pedro Infante, Antonio Aguilar, Jorge Negrete y Javier Solís?
– Es difícil… pero, Antonio
Aguilar.
– ¿Algún tema en especial?
– El hijo desobediente… aunque siempre obedecí a mis padres, pero es
una de mis rancheras preferidas y la he cantado fiestas patronales.
-¿Y de la música de los 70?
– Para esa época era niño y no sé
porque siempre me gustó Por un caminito, de Leo Dan.
-¿Será por eso que le gusta organizar procesiones?
– Ja, ja, ja, ja… es
posible. Cuando fui párroco de la
catedral de Nuestra Señora de La Paz en Trujillo, reorganizamos la procesión en
su honor, en ella participa la cuarta parte de Trujillo pues tiene 60 mil
habitantes, y a la procesión van 15 mil personas. La comparo con la procesión
de La Pastora, claro no en la cantidad, sino por la fe y devoción del pueblo
creyente.
-Como trujillano, ¿qué significado tiene para usted el doctor José
Gregorio Hernández?
– Un gran ejemplo, siempre le he
tenido devoción. Incluso recuerdo que en una oportunidad cuando tenía siete
años tuvimos un accidente vial y al momento de chochar yo dije: “¡Doctor José
Gregorio Hernández, sálvanos!, y el carro se detuvo al borde de un barranco.
Claro eso no califica como milagro, pero para mí en ese momento contamos con su
intercesión.
– ¿Cuál considera su mayor virtud?
– Si la sencillez es considerada
una virtud, entonces creo que es esa.
– ¿Su alegría?
-La posibilidad que el Señor me
ha dado de servirle con alegría.
– ¿Tres libros predilectos?
– Primero sin duda la palabra de
Dios; el segundo, Andanzas de un sacerdote hispano por tierras de Bolívar, y
Lanzas coloradas de Arturo Uslar Pietri.
– ¿Sus planes y expectativas para la diócesis?
– En primer lugar recorrerla y
conocerla. En relación con las expectativas, una cosa que me impresionó leyendo
la entrevista que usted le hizo a monseñor Juan María, es que él decía que
amaba a Paraguaná y el monseñor Iturriza decía que el que iba a Paraguaná se
quedaba, entonces yo voy Paraguaná para quedarme, voy a acompañar al pueblo y
espero decirles más pronto que tarde, que soy un paraguanero más.
Monseñor Carlos recibió en Boconó al equipo del diario El Falconiano. En la gráfica luce la gorra de ese rotativo y muestra la edición del 40 aniversario del mencionado diario.