sábado, 14 de julio de 2018

La extradición de Barrabás


LUIS AULAR LEAL

Recientemente, en una cueva a las orillas de un mar no tan vivo, descubrieron unos pergaminos, que al parecer pertenecieron a las antiguas cancillerías de Judea y Galilea. Los mismos, evidencian que Barrabás -el ladrón al que liberaron en lugar de Jesús-, fue extraditado por Pilatos para ser juzgado en su territorio.

Pilatos alegaba que Barrabás había cometido crímenes en su jurisdicción y por lo tanto debía ser juzgado allí. Por su parte, Herodes, Rey de Galilea, sabía perfectamente de los desastres que había hecho Barrabás y que todo aquello lo hizo aparentemente, con la mirada cómplice de Pilatos en Judea. 


Presuntamente, Barrabás manejaba una red de traficantes de camellos, harina pan (de la época) para panes sin levadura, incienso y cabras para el sacrificio en el templo. Lo más terrible era que Barrabás “tenía en su nómina” de contrabandistas a varios centuriones Romanos que estaban bajo el mando del mismísimo Pilatos.

Toda la región sabía que Herodes desde hace tiempo le tenía unas ganas al gobernador Romano. Herodes estaba ansioso por enviar las pruebas y al propio Barrabás a ser juzgado en Roma, la capital del Imperio, donde las vagabunderías de Pilatos quedarían al descubierto y finalmente rodaría la cabeza de su enemigo.


La preocupación de Pilatos era notable, pues ya tenía doce años como máximo líder de Judea y ahora estaban en riesgo todas las comodidades del poder a las que se había acostumbrado. Cuenta la leyenda que el pequeño Poncio tuvo una infancia muy pobre, en la provincia romana; y al ver lo maravilloso que era vivir bien, juró nunca más volver a pasar hambre y necesidad, porque aquello era “ muy triste y doloroso”; aunque por alguna inexplicable razón, les decía sus gobernados que ser rico, era malo.


Agobiado por tal situación, Pilatos se montó en el camello oficial (el Judea 001) y se fue de visita de Estado a Galilea, reino de Herodes. Ambos líderes se reunieron privadamente, sin espalderos ni asesores. Nadie sabe exactamente lo que se dijeron o qué se acordó en esa reunión. Lo que sí se sabe, es que a los pocos días Barrabás fue extraditado a Judea.

  
Finalmente, llegó el día del juicio a Barrabás; Pilatos estaba feliz, porque iban a crucificar al ladrón y con él se acababan los riesgos de que le quitaran el coroto; sin embargo, algo salió mal.  Barrabás, a través de uno de los carceleros, amenazó que si lo condenaban a muerte, en plena plaza iba a gritar a todo pulmón los nombres de todos los centuriones corruptos. 


Estos, ni cortos ni perezosos, contrataron a decenas de agitadores entre la multitud; quienes por algunos denarios y dos ánforas de vino barato, acordaron que cuando Pilatos preguntara: “¿A quién dejo en libertad por ser Pascua?, ¿a Jesús o a Barrabás?”, ellos responderían: “¡A Barrabás!”.


Y así fue… y bueno… ya todos sabemos el resto de la historia. Quien terminó pagando los platos rotos fue el pendejo de Jesús. Pilatos quedó tranquilo, también los centuriones; jamás se descubrió por qué Herodes cambió de opinión y nadie, nunca más, supo de la suerte de Barrabás.