LUIS AULAR LEAL
Fotos: Jimmy Salima / Archivo / Publicado en el diario El Falconiano el 27 de febrero de 2017.
El “punto fijo original”, es
decir, la casa de Pedro Yagua, es considerada por tradición como la primera casa
de Punto Fijo, aunque este inmueble no fue estrictamente el primero en construirse
en Cerro Arriba o El Abrojal, como se conocía a la planicie donde hoy se
levanta el Casco Central de la ciudad. Antes de la casa de Pedro Yagua, hubo
otras, entre ellas la de Tertuliano Naveda, muy cerca del inicio de la actual
calle Garcés; y la vivienda de Juana Acosta, a las que hace referencia Alí Brett
Martínez en su obra Aquella Paraguaná.
Estas pequeñas edificaciones
pudieron haber sido construidas incluso en los últimos años del siglo XIX. Por
otra parte, el primer croquis conocido de Punto Fijo, elaborado por S. De Lima
Salcedo en 1928, muestra parte de los límites de las tierras del general Gabriel
Laclé y las del doctor Pedro Manuel Arcaya, en medio de las cuales estaba naciendo
el caserío.
Para ese momento habrían desaparecido
las casas a las que hace referencia Alí Brett Martínez, pues solo documenta la
existencia de cinco viviendas, las de Gil Antonio García, Pedro M. García,
Pascual Ventura, la vivienda en construcción de Eufracio Díaz y la casa de
Pedro Yagua, esta última, la única que se conserva en pie como testimonio de
aquella época. Todas las demás desaparecieron.
El modesto inmueble funcionaba
como una fonda; especie de posada donde ofrecían comida y techo a quien llegaba
a trabajar en la naciente industria petrolera. En este lugar, se desarrollará una
historia que circunstancialmente bautizará lo que se convertirá con el tiempo
en Punto Fijo.
La historia de un nombre producto del amor
La mayor parte de las ciudades de Venezuela deben su nombre a un vocablo aborigen, un santo, un prócer o algún accidente geográfico. El caso de Punto Fijo es distinto, inusual y espontáneo. Fue consecuencia del amor entre Leocadia Pulgar y margariteño Rafael Natalio González Estaba.
Guillermo de León Calles, cronista de la ciudad, cuenta que Pedro Yagua tenía una hijastra llamada Leocadia Pulgar. De ella se enamoró un joven trabajador de la Mene Grande, nativo de Juan Griego, estado Nueva Esparta. Su nombre: Rafael González.
Este joven caporal de la
petrolera, respetado por su responsabilidad y puntualidad, los sábados acostumbraba
a ir con sus compañeros de trabajo a jugar dominó en un local ubicado en El
Tropezón. Cierto día empezó a faltar a la cita. Pompilio Brett, dueño del lugar,
notó la ausencia del margariteño y al preguntar por él, los amigos le dijeron que
había dejado de acompañarlos porque ahora, en vez de jugar dominó, iba a visitar a su novia en Cerro Arriba,
a lo que Brett, en broma respondió: ´ese ya tiene su punto fijo´”, rememora De
León Calles.
El punto fijo donde estaba Rafael
González, era la casa de Pedro Yagua. Con el tiempo, no solo esa casa, sino
todo el caserío adoptó el nombre de “Punto Fijo” surgido de una broma a un amigo
enamorado. Pero la historia no concluyó ahí, aquel joven enamorado no era un
ciudadano común, la personalidad proactiva de González, lo llevó a impulsar el
ordenamiento la naciente población. Él y otros pioneros, organizaron las primeras
calles de tierra; al terminar la jornada laboral ayudaban a construir la plaza;
lograron establecer la primera escuela y servicios públicos.
Don Rafael González contribuyó a construir el naciente caserío, siempre tuvo actividad pública e incluso era columnista regular del diario Médano desde sus inicios, en la gráfica lo acompañan entre otros, Omar Azuaje y Lino Segundo Revilla
Don Rafa, como luego se le
conoció, pasó a ser una suerte de “Sheriff ” del “punto fijo” donde decidió quedarse,
es por esta razón que así no haya existido un acta, ni primera piedra alguna,
ni acto formal de constitución del poblado, hoy, por sus méritos se le
considera el fundador de Punto Fijo. Se tiene información de que fue iniciado en la masonería.
Del señor Gil a los Polanco Bracho
La primera casa de Punto Fijo, originalmente perteneció al señor Gil Antonio García, luego a Pedro Yagua; éste la vendió al abogado Ibrahim García y desde hace 69 años es habitada por la familia Polanco Bracho. “Cinco de mis hermanos
y yo nacimos en esta casa”, comenta la señora Edita Polanco.
En 1948, sus padres, Francisco
Polanco y Lucía Bracho de Polanco, nativos de Cabure, llegaron a Punto Fijo y
alquilaron la vivienda. Desde entonces hasta hoy, han trascurrido al menos
cuatro generaciones que han crecido literalmente, rodeados de historia. “Cuando
mi papá llegó en 1948 alquiló la casa por 40 bolívares, había que pagarlos cada
20 días, bastante caro para el momento. Después, por el tiempo que teníamos viviendo
aquí, salió la opción a venta y pagamos un precio simbólico de 7.000 bolívares”,
agrega la señora Edita.
Visita al “Punto Fijo” original
Quienes entran en la vivienda,
llegan a sorprenderse por sus características. La primera casa de una urbe
conocida por la refinación petrolera y el comercio, es una humilde residencia
de bloques de adobe y bahareque, con techo de cardón y soportes de curarí. Su
esencia, perdura en el tiempo para recordar dónde comenzó todo.
Al entrar a la casa hay que bajar dos escalones, pues el piso está unos 60 centímetros bajo el nivel de la acera. La sala, es un corredor de unos siete metros de longitud por dos de ancho, en cuyo extremo oeste está la base del fogón, recuerdo de la fonda original, hoy utilizado como estante. Desde este espacio se ve el patio. El techo de los corredores es sostenido por madera de curarí y en algunas partes tiene una altura inferior a los dos metros.
El cañizo de cardón parece querer
hablar y contar la historia de quienes por ahí han pasado. Todo el lugar emana
calidez y hospitalidad, ha de ser porque las casas se parecen a quienes las
habitan.
Los Polanco Bracho se han convertido en custodios de la historia
local. Más que eso, son parte de ella. Durante casi siete décadas, han
mantenido y restaurado el inmueble, conservando la estructura original hasta
donde les ha sido posible. Aunque cada vez se hace más difícil, pues en la
localidad ya no hay quien trabaje con las técnicas y materiales con los que fue
hecha la fonda de 105 años.
Patrimonio cultural e histórico
Por sus características arquitectónicas
e históricas, la casa de Pedro Yagua, cuna del nombre de la ciudad y hogar de
la familia Polanco Bracho desde hace casi 70 años, es un Patrimonio Cultural e
Histórico. La nación y particularmente el gobierno municipal deben garantizar
su protección y conservación, según lo establece la Ley Orgánica de Cultura.
En Carirubana existe también
una Ordenanza de Protección del Patrimonio Cultural, que de igual manera ampara
al inmueble. Este instrumento legal en plena vigencia, sin embargo, hasta la
fecha no se ha aplicado; ni en este caso, ni en muchos otros, asegura el
profesor Orlando Brett, presidente del Centro de Historia de Paraguaná.
Propuestas
y trabajo en conjunto
Con el objetivo de garantizar la
conservación de esta casa y el acervo histórico del municipio, una representación
del Centro de Historia de Paraguaná sostuvo una reunión con la Cámara municipal
de Carirubana y plantearon la propuesta de declarar Patrimonio Cultural a este inmueble
y establecer como bien de utilidad pública al terreno que circunda a la llama
primera casa de Punto Fijo.
En este encuentro también
estuvo presente la señora Edita Polanco, en representación de la familia Polanco
Bracho, actuales habitantes del inmueble. El terreno adjunto a la casa es
propiedad del municipio. La inconsciencia y falta de civismo ha hecho que lo
utilicen como improvisado vertedero de basura e incluso ha servido como guarida
de delincuentes.
En la reunión se planteó a la
Cámara Municipal destinarlo a la construcción de un espacio cultural que incluya
áreas de esparcimiento, un museo histórico petrolero, así como un área que
comprendería una biblioteca y el archivo histórico del municipio.
Este proyecto debe integrarse urbanísticamente
con la casa de Pedro Yagua, respetar su integridad arquitectónica y garantizar
su conservación para cumplir con la Ley de Protección y Defensa del Patrimonio Cultural
y la Ley Orgánica de Cultura, entre otros instrumentos legales. Los ediles
escucharon cortésmente la propuesta y se comprometieron a analizarla. La i
iniciativa también será presentada a la Alcaldía.