viernes, 29 de junio de 2018

Para compartirlo con los compañeros corresponsales





“De siervos es mentir, de libres decir la verdad”. Apolonio.

LUIS AULAR LEAL
CNP: 22.987

Al momento de escribir estas líneas es la madrugada del 27 de junio de 2018. En Venezuela es Día Nacional del Periodista, pero no es un día normal. Es como una Navidad sin Niño Jesús ni San Nicolás; un Carnaval sin música ni disfraces; una Semana Santa sin Nazareno, para ser más mundano y hasta gastronómico en la descripción: Esto es un arroz con pollo, sin pollo.

¿Cómo celebrar el Día del Periodista en Falcón, si los dos medios impresos que quedan son panfletos agonizantes por falta de papel? ¿Con qué moral festejamos, cuando esos mismos medios, hoy caquéxicos física y moralmente, huérfanos de coraje, se niegan a publicar la realidad del país por órdenes e intereses políticos y económicos?

Se han cerrado emisoras de radio, prevalece la censura, se niega o restringe el acceso a fuentes oficiales y las presiones obligan a la nefasta autocensura…  Como si no fuese suficiente tragedia, la comodidad, alcahuetería o el bozal de arepas permitió que un Estado censor infiltrase tanto a los medios de comunicación como al gremio periodístico, esto último, particularmente acá en la región.

Cuando los “colegas” -así entre comillas- que nos “representan” -también entre comillas- hacen comparsa en actos organizados por los representantes regionales y municipales de un gobierno opresor, se da la espalda a una realidad que abofetea al pueblo, a sus familias y a ellos mismos.

Se desvanece el principio periodístico de decir y defender la verdad. De estar del lado del débil. De hacer contrapeso frente al poder. Aquí más bien caen en el servilismo y la mediocridad espiritual, que no es otra cosa que la ausencia de virtud, por desconocimiento de la naturaleza de esta. 

Pero hay nobles excepciones. En Caracas, el Colegio Nacional de Periodistas del Distrito Capital, desde 2012 decidió no avalar premiación alguna proveniente de cualquier instancia de gobierno por considerarla indigna. Valiente ejemplo que Caracas dio, lamentablemente no seguido por la mayor parte de la provincia. Qué triste. 

Las “premiaciones”, de las cuales no voy a emitir mayor juicio -pues siempre me han parecido superficiales y merecidas solo en respetuosas excepciones- tienen valor dependiendo de su origen.

Si esos premios los otorga un gobierno incompetente e irresponsable, cuya ineficiencia deja al pueblo sin un agua por más de un mes; incumple el derecho a la salud; ofrece salarios de miseria, condena cualquier tipo de crítica y coarta la libertad de expresión, avalar esos reconocimientos pasa a ser un espaldarazo al opresor y recibirlos, complicidad con un gobierno delincuente.

Eso lo entendieron perfectamente en el CNP del Distrito Capital hace seis años. Por estos lados no. Qué pena.

Ayer una amarillenta y sulfurosa nube de gas surcó el cielo de Paraguaná cual apocalíptico caballo de la muerte. Emanaba de las ruinas en que la Pdvsa “roja rojita” de Rafael Ramirez y Jesús Luongo convirtió a la refinería Amuay, otrora la primera del continente.

 Otro accidente en el CRP. Hoy en la prensa  escrita solo hubo censura o autocensura sobre el tema. Aquello, simplemente no existió. Solo un ejemplo del día a día.

Cuando un medio políticamente comprometido -vendido, en realidad- no publica una información; quien ordena mentir o simplemente ocultar, es el propietario del medio y su cómplice, el director, editor, coordinador o como se llame.

Por su parte, el periodista a quien no le han permitido decir la verdad, tiene como alternativa sus redes sociales, un blog o tantas herramientas digitales para romper el silencio y darle dignidad a su profesión, pero solo unos pocos las usan.

Quizás no lo hacen por miedo, por las amenazas, por temor a la sanción o a perder su quince y último, que aunque solo sean dos dólares, en un país de supervivientes no es mucho, sino lo único.

Decir la verdad, se ha convertido en delito, no por ley, sino por la amenaza del opresor. Todo aquel que escriba algo crítico o denuncie es un apátrida, un conspirador. Entonces, debo serlo… y prefiero ser eso antes que cómplice de criminales.

Aparecerá también el tarifado gobiernero que criticará estas líneas, invocando a la objetividad y una falsa y pusilánime ética, como excusa para no denunciar y ser periodísticamente “imparcial”; pero ante la injusticia, la ilegalidad y el abuso, ser imparcial es cobardía.

Y esta profesión no es para cobardes ni vendidos. ¡Así que lárguese!

Mañana cuando la pesadilla termine, vendrá el juicio de la historia. Y más adelante, serán las generaciones dentro de 10, 20, 30 años o más, los hijos y nietos, los que entonces preguntarán: ¿Qué hiciste tú como periodista durante la tiranía castrochavista?; ¿Te opusiste o fuiste colaborador? ¿Qué hiciste mientras el gobierno de Maduro, Cabello y El Aissami terminaba de destruir al país?; ¿Dijiste algo o escribiste una letra de protesta o denuncia sobre los cientos de miles de ancianos que mendigan una miserable pensión pernoctando hasta dos noches a las afueras de un banco?; ¿Relataste o al menos te conmoviste por los que han caído muertos en esas colas?

 …¿Hablaste o escribiste al menos media frase sobre los miles de venezolanos que agonizan y mueren en los hospitales por falta de medicamentos básicos, mientras los caudillos chavistas municipales, regionales y nacionales, sus testaferros y enchufados gozan de los miles de millones de dólares robados y ahora huyen del país?

…¿Hiciste algo por denunciar la entrega de nuestra nación a Cuba? ¿Dónde trabajabas en esos años?¿Algún familiar tuyo se fue del país? ¿Aún está afuera? ¿Lo volviste a ver? ¿Cómo te sentiste cuando se fue? ¿Te sientes responsable de su partida? ¿O acaso fuiste tú quien dejó el país?

¿Tendrás moral para ver a los ojos a tus hijos y nietos dentro de unos cuantos años cuando te pregunten todo esto? Ojalá que sí…

La historia no perdona, siempre pasa factura. Por eso es necesario definir posiciones y decir lo que se debe. Y hace rato es tiempo. Particularmente, lo hago porque mi conciencia me lo manda y la virtud me lo exige. Puedo dormir tranquilo. Gracias a Dios.

Hasta hace casi un año estuve al frente de un medio de comunicación impreso donde siempre forcé la barrera para publicar la verdad, pese a las circunstancias e intereses económicos y políticos de los propietarios... ¿Discusiones? Todas, fuertes, no podía ser de otro modo y directamente con los dueños del medio… al final siempre lograba publicar buena parte o al menos algo; y en un gobierno opresor, siempre se hace más publicando algo que nada… con sus respectivas consecuencias.

Cuando aumentaron las presiones,quisieron obligarme a mentir. Se incrementaron las discusiones. Se perdió el respeto. Renuncié. Me despedí de la dirección del diario y del equipo que formé. La última lección que tocó impartirles fue la de la dignidad, quizás la más importante de todas.  

Unos renunciaron a los días, otros a las semanas, a los meses… Muy pocos se quedaron. Del equipo original algunos migraron a otros medios. La mayor parte a otros países; como vendedores, albañiles, trabajadores de autolavados o ejerciendo su profesión. Pero todos, siempre dignos, con la frente en alto.

Y justamente la dignidad del periodismo nacional, hoy está golpeada, pero viva. Dos décadas de continuos, desmedidos y cobardes ataques no pudieron desaparecerla.

La libertad de prensa tímidamente rompió fuente en el gobierno de López Contreras (1936-1941), nació enmantillada con Isaías Medina Angarita (1941-1945), tuvo su niñez en la turbulencia de la Junta de Gobierno y las primeras elecciones libres (1945-1948),  una dura adolescencia le permitió sobrevivir la década militar (1948-1958) y completó su adultez con las garantías de la democracia representativa, con todos los trastabillados pasos que pudo dar (1958-1998).

Esa libertad de expresión que se labró en el genoma del venezolano a lo largo de casi un siglo, ha vivido su prueba de fuego en un totalitarismo que irónicamente se vendió a través de los medios de comunicación. Paradojas de la vida. Otra lección que aprender.

Hoy toca hacer un puente, un canal, entre lo mejor de otras épocas, con las hazañas de hoy, que sí las hay.

Para mí es maravilloso saber que en mi país existe un periódico (El Nacional) que en dos oportunidades fue dirigido por el Dr. Ramón J. Velázquez, quien coincidió con el maestro José Ignacio Cabrujas como columnista y Zapata como caricaturista. Y que ese mismo periódico fue fundado por un caballero llamado Miguel Otero Silva, autor de una docena de novelas. También en ese diario, huyendo de Rojas Pinilla, trabajó como reportero un joven colombiano de Aracataca, llamado Gabriel García Márquez.

Del mismo modo es motivo de orgullo saber que hoy en mí país, ante el boicot que impide la compra de papel para periódicos, han surgido medios digitales como efectococuyo.com, dedicados valientemente a la investigación. Han roto a través de la red el cerco y el silencio de un Estado delincuente. Solo ellos han denunciado de manera completa las dimensiones del crimen ecológico del Arco Minero del Orinoco.

Por otra parte, comparo el humor de Zapata, Nazoa o Graterolacho con los youtubers como Javier Romero (@javierhalamadrid) o Manuel Ángel de “Pero tenemos Patria” brillantes comunicadores que en su estilo satírico e inteligente más el uso de la tecnología, a diario ponen en ridículo o más bien dejan en evidencia ante el mundo a la dictadura, la brutalidad de esta y sus patanes, así como la cobardía de sus eunucos.
Eso, duele más que el discurso de cualquier político…

Valoro sobre manera la herencia de uno de mis héroes, el ilustre Oscar Yanes, quien empezó a hacer periodismo a los 14 años, cuando aún usaba pantalones cortos. El más insigne ultimeño enseñó cómo llegar a las masas a través de la polémica.

Entrevistó a todos los presidentes venezolanos del siglo XX (con la excepción de Castro y Gómez), y así a artistas como Dalí y a Reverón. Fue varias veces director de prensa de Venevisión y siguió siempre los tres consejos para ser un buen periodista que le dio el gran Leoncio Martínez en la plaza Bolívar de Caracas: “1) Lee mucho, porque un periodista debe saber de todo; 2) Cuidado con quien te reúnes y a quien le recibes regalos y 3)No te vendas, porque después no te cree nadie, ¡periodista que se vende, se jode!”.Definitivamente, “Así son las cosas”.

Se aprende de lo bueno, para crecer y hacer la diferencia en medio del caos. La luz de la virtud ilumina al justo y deja ciegos a los vulgares. Siempre serán íconos de la investigación el señor Nelson Bocaranda, Roxana Ordóñez, Marieta Santana, el periodismo cultural y la obra de Sofía Imber o la señora Milagros Socorro que llevó hasta Europa el clamor de Venezuela, sin olvidar la herencia de su tierra goajira. Busquemos los buenos ejemplos a seguir.

Por suerte tuve un puente entre esa generación del gran periodismo de Caracas y otras ciudades de Venezuela y la región, aprendí de ellos, pregunté hasta la necedad; aprendí todo lo que pude; unos ya no están en el país, algunos como Salomón Escalona y José Luis González se han retirado. Otros, como mi profesor Reyes Segundo Quintero, sigue en pie de lucha en Coro.

Franklin Morales, Carolina Sánchez, Tibisay Francisco y Yunio Lugo se fueron al exterior, porque el país en su agonía del sarcoma socialista los expulsó. Salieron para salvarse, pero dejaron el conocimiento y lo mucho o poco que pude haber aprendido, juro que lo he transmitido a quienes lo buscan.

Eso sí,los labios de la sabiduría solo se abren ante los oídos que están preparados y esperan el conocimiento”. El Kybalión.

Esos oídos existen y aplaudo de pie a la generación de periodistas que hace su trabajo hasta donde se los permiten, pero no se conforman y buscan vías alternativas para informar.

Mi reconocimiento a todos aquellos cuya dignidad les mueve el ser, cuando saben que el medio donde trabajan miente y manifiestan sin temor su desacuerdo.

En esa valentía y consciencia moral es que están cifradas mis esperanzas.

El país no ha desaparecido ni desaparecerá. El periodismo tampoco. Eso sí, ambos están dolidos, golpeados, politraumatizados; toca rescatarlos, recuperarlos. He ahí la tarea.

He perdido la cuenta de cuántos amigos y familiares se han ido del país en los últimos dos años. Tampoco me interesa llevar la estadística, no quiero, me aterroriza.

A nuestras generaciones no solo nos duele, sino que nos resulta extraño el éxodo, porque en el diccionario personal las palabras extranjero y exilio no existían. Aparecieron. Pero no somos ni los primeros, ni vamos a ser los últimos en este plan.

Dos de los insignes nombres comentados antes: Miguel Otero Silva y Gabriel García Márquez, tuvieron que salir de sus países. En ese periplo les tocó crecer. Tras sortear dificultades y asimilar aprendizajes, el resultado fue más que excelente. 

Aunque de esos exilios muchos no vuelven,otros sí y casi siempre con planes de Estado para su país… y los materializan al regresar. Hoy con internet, redes sociales y tantas herramientas debería ser más sencillo. Ahí está la clave.

Dentro de poco, cuando la pesadilla termine, empezaremos a contribuir con la reconstrucción de Venezuela. Desde donde estemos.

No pierdo las esperanzas de que un día y en algún lugar del planeta, nos encontremos todos los que hoy estamos dispersos; los que se han ido, los que estamos por irnos y los que se quedan.

Ahora, me atrevo a fantasear un poco e imaginar que simplemente, somos corresponsales  venezolanos diseminados por el mundo; en Madrid, Bogotá, Barranquilla, Aruba, Buenos Aires, Lima, Quito, Santiago, Londres, en tantos lugares… y que reportamos para una gran red de noticias, tejida indisolublemente, con lazos de pasión periodística y una genuina amistad.

Feliz Día del Periodista, a ustedes que realmente se lo merecen…



Punto Fijo, 27 de junio de 2018.